ENTORNOS Y AMBIENTES DE APRENDIZAJE: UN ASUNTO DE TODOS
Por: Lola Isabel Chaparro Camacho
Alba Inés Gómez Cardona
De acuerdo con Silvia Bacher, especialista en educación e invitada al programa “hora 25 global” del grupo de emisoras Unión Radio, el pasado siete de agosto de 2010, “Las tecnologías ofrecen una oportunidad sumamente interesante al proponer nuevos modos de acceso y construcción del conocimiento, ofrecen espacio para la participación, la creatividad y la producción. Pero poco aportarán al fortalecimiento de las democracias y a la dignificación de las personas si no llegan entramadas con políticas públicas y demandas sociales que se hagan cargo de estos desafíos”.
En este sentido, y sin querer eximir al docente de su responsabilidad social e intelectual, es pertinente tener en cuenta que la educación no es asunto exclusivo de la escuela, que, por obvias razones y dentro de una democracia cada día más global, depende no sólo de los ministerios de educación sino de las políticas establecidas por organismos de orden internacional como la UNESCO, el BID y el Banco Mundial, entre otros, sino que involucra también otro tipo de agentes que, como los medios de comunicación, deben estar igual de comprometidos con el proceso de formación, con ayuda de la técnica y la adecuada difusión de la información; especialmente teniendo en cuenta que en una sociedad donde el concepto de familia tradicional se va desdibujando para dar apertura a otro modelo de familia más inserta en el proceso de desarrollo económico de una nación, como soporte del Estado, éste debe garantizar a sus pobladores el derecho a una educación de calidad que integre los diferentes ámbitos en los que se desenvuelven los individuos. Sólo en ese momento sería totalmente factible hablar de entornos y ambientes de aprendizaje realmente significativos.
¿Por qué nos lanzamos a decir esto? Ya se ha dicho antes que no es posible “tapar el sol con un dedo”: El docente bien puede prepararse para llevar a cabo un proceso de enseñanza y aprendizaje integral y significativo, pero si no cuenta con el apoyo de las políticas estatales, será como aquél que aró en un terreno arenoso: en cualquier momento llegará una tormenta destruirá su obra. Y es que el proceso educativo no es un objeto en sí mismo que pueda trabajarse de forma aislada a la realidad. No es suficiente el ideal “romántico” de una educación para la vida, para aprender a aprender, aprender a hacer y aprender a ser solamente con el planteamiento de un currículo que integre todos esos aspectos, sino que, desde un punto de vista pragmático, de nada vale que lo que se aprenda en la escuela sea contradicho, de alguna manera, en la realidad, cuando debería existir total concordancia entre la una y la otra.
Por tal razón resulta urgente enfrentar el desafío de integrar de manera idónea una política que dé cuenta de la incorporación, no solamente de las tecnologías en el aula, sino, imprescindiblemente, de construir políticas de orden global para que las nuevas generaciones no sean presas de un modelo de consumo material que no los percibe como sujetos de derecho, sino más bien como agentes de consumo, sumiéndose en una continua contradicción que incrementa apatías y desmorona los esfuerzos por crear una sociedad más justa y equitativa.